El pasado lunes 2 de septiembre, Miguel Milá recibió a título póstumo la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona como reconocimiento a su trayectoria y a su inigualable contribución al mundo del diseño.
Miguel Milá ha sido uno de los grandes maestros de posguerra, de estatura equivalente a las de Aalto, Castiglioni, Eames o Jacobsen, pero, como Ilmari Tapiovaara, tampoco él era arquitecto. Simplemente, diseñador.
Consciente de que diseñar es ordenar, “tener una buena idea e ir quitando lo que sobra”, sus productos acompañan y no molestan, envejecen enriqueciéndose por el uso y los recuerdos.
El documental de Poldo Pomés que produjimos en 2017 celebra la trayectoria de un hombre sabio y cordial, convencido de que “uno educa cada día con lo que hace, y casi nunca con lo que dice”. Durante cuatro décadas Miguel compartió con nosotros su lección, no sólo profesional sino sobre todo ética. La calidad antes a la mano que, a la vista, alumbrar y no deslumbrar, buscar el confort del usuario haciendo fácil lo complejo. Esto es, emocionar con lo simple.